Un amor que no se hace efectivo
desintegra el frenesí, provocando
un extraño tipo de agujero negro.
Traga lo que encuentra a su paso,
esperanza, sueños, ilusiones
y demás expectativas
causadas por amaneceres febriles
escribiendo cartas apasionadas.
Tengo uno de esos agujeros
a dos calles de la mía,
de un caballero de ojos tristes
que fue finalmente engullido
por su propio foramen.
Todavía se escuchan sus últimas palabras,
no había reproche en ellas,
fueron de amor y de galantería.
Imagen de la red
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