jueves, 15 de agosto de 2013

Nunca fue tarde






Cierro los ojos
y me reflejo en tus ojos verdes.

Enfermo de la maldición de las emociones,
te dolía mas y tú sobrevivías
entre la marejada y el vendaval.

Eso te hizo ser cruel con los que mas querías,
atrapado en una cárcel
de la que sólo tú tenías las llaves.

Tu cuerpo acabó calcinado por el tóxico dolor
y la bondad que siempre hubo en ti,
volvió para recordarnos quien eras.
Te convertiste en redentor de toda falta,
artista del amor sincero, trapecista del detalle.

Hoy recuerdo tu muerte,
entre mis llantos, no solo de dolor,
de liberación de un cuerpo que ya no te pertenecía.

Cuando pienso en ti, huelo tu olor, veo tu sonrisa
y siento la magia que hubo al final entre nosotros,
fruto del amor que siempre nos negamos
pero que siempre sentimos.
Nunca fue tarde.




3 comentarios:

  1. Sencillamente precioso.
    Me encanta ver esos atisbos de reencuentro de algo que siempre estuvo ahí.
    Felicidades por saber ver lo que un día perdiste de tu campo visual.
    Un abrazo

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    Respuestas
    1. Gracias por apreciar unas palabras en las que he puesto tanto cariño.
      Un afectuoso abrazo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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